domingo, 27 de diciembre de 2009

Tlacotalpan, Veracruz, una lección de color en la arquitectura mexicana


Por Victor M. Gutiérrez Sánchez

En 1993 cursaba yo el primer año de la carrera de arquitectura, cuando en San Luis Potosí tuvimos el privilegio de la presencia de uno de los protagonistas de la arquitectura mexicana contemporánea, el arquitecto Ricardo Legorreta Vilchis.

En una ilustrativa charla, que tuvo lugar en la Casa de la Cultura -hoy Museo Francisco Cossío-, Legorreta mostró algunas de sus obras recientes, reafirmando la profunda admiración que la mayoría de los arquitectos sentimos ante una trayectoria egregia. Sin embargo, lo que mejor recuerdo de aquella plática fueron algunas imágenes que presentó el conferencista, recomendando a los asistentes visitar y conocer un lugar muy especial, cuya principal característica era el colorido que recubría la arquitectura del lugar, se trataba de Tlacotalpan, Veracruz.

Este año tuve la oportunidad de conocer este pintoresco lugar, cuyo nombre significa “en medio de la tierra”, consiste en un tradicional pueblo a orillas del Rio Papaloapan o Río de las Mariposas y, aunque su configuración actual es de origen virreinal, se sabe que en ese lugar existía un asentamiento prehispánico totonaca. Durante el siglo XVIII, su nombre cambió de San Cristóbal Tlacotalpan a Tlacotalpan de Porfirio Díaz, obteniendo su actual denominación después de la Revolución.

La principal característica de Tlacotalpan es el enorme colorido de la arquitectura de sus fachadas: puertas y ventanas, tejados, pilares y arcos, en una armoniosa imagen urbana. Colores que van del bugambilia, al amarillo, verde mar, azul cobalto, rosa mexicano, violeta, naranja, y una infinidad de colores que, lejos de agobiar, deleitan la mirada de sus habitantes y visitantes. Probablemente esta fue una de las principales razones para que la UNESCO lo declarara Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1998.

La competencia multicolor en el decorado de las fachadas de Tlacotalpan, unificada por elementos comunes como los tejados y las arcadas, está caracterizada por la intuición en el uso de combinaciones y tonalidades de colores, en donde el blanco es utilizado en ocasiones como fondo para acentuar la intensidad cromática. Tal es el caso del templo de San Miguel, donde destaca una elegante combinación de blanco ostión con detalles en color lila, o de la parroquia en color azul pizarra.

Originalmente construida en madera, la arquitectura de Tlacotalpan es producto de múltiples eventos históricos, ya que después de un desbordamiento del Papaloapan y de un gran incendio, acaecidos ambos en el siglo XVIII, las especificaciones de construcción municipales establecieron la mampostería como el sistema a utilizar, y que constituye la conformación que podemos apreciar hoy en este fantástico lugar.

En alguna ocasión Legorreta compartía la anécdota de que, después de elogiar y fotografiar alguna combinación interesante –ya que viaja con la curiosidad y la cámara fotográfica distintiva de un arquitecto en constante viaje de exploración-, preguntarle al dueño cual fue el motivo de dicha combinación, propenso como muchos a buscarle explicación a todo, y encontrarse con un simple “porque así me gusta”, y es que como mencionaba anteriormente, en Tlacotalpan no existe una teoría del color, sino una intuición pura y una sensibilidad que se relaciona con las tonalidades del arte y la artesanía de nuestro país.

El colorido también está presente en las tradiciones de este lugar, como la celebración de la Virgen de la Candelaria, y un festival anual de música jarocha, así como en su gastronomía y repostería. Este lugar además cuenta con el orgullo de ser la cuna adoptiva del célebre compositor Agustín Lara.

Al recorrer sus calles de adopasto y piedra, al deleitarse la mirada con las más insólitas combinaciones de color, al caminar por el Callejón del Espanto y disfrutar del silencio neblinoso de este bello pueblo veracruzano, uno vive una experiencia sensorial de una riqueza indescriptible para quien esto escribe. Sólo me queda hacer extensiva la recomendación de visitar este lugar que hacía el arquitecto Legorreta al afirmar “yo voy a Tlacotalpan a aprender del color en la arquitectura mexicana”, recomendación que viene de un autor reconocido internacionalmente por su magistral manejo de este recurso para crear espacios deleitables.

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