domingo, 14 de junio de 2015

La influencia de la colaboración entre México y España en la arquitectura moderna de San Luis Potosí.


por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez

En los meses de abril y mayo del 2015 se presentó en nuestra ciudad una extraordinaria exposición titulada La influencia del Exilio Español en la Arquitectura Mexicana, montada por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, bajo la dirección de su curador, el Dr. Juan Ignacio Del Cueto Ruiz-Funes, arquitecto y académico, nacido en México como resultado del mismo exilio al que se refiere la exposición. Integrada por fotografías, documentos, maquetas y video, esta exposición es resultado de la investigación realizada para su tesis doctoral, en la Universidad Politécnica de Cataluña. Ha sido ya presentada en el Museo Nacional de Arquitectura INBA y ha producido también el libro Arquitectos españoles exiliados en México (UNAM, 2014), el cual fue presentado, también recientemente, en la 40 Feria Nacional del Libro UASLP.

En esta interesante muestra, se narra un fenómeno cultural derivado del exilio de un importante número de españoles a consecuencia de la Guerra Civil Española, que estalló en 1936, y que en particular detonó una fuga de talentos en el ámbito arquitectónico a diversos países del mundo. A México, se describe, llegó un grupo de arquitectos de diversas generaciones y que atravesaban también diversos momentos en su carrera profesional en España, pero todos ellos de un gran ímpetu, así como una notable capacidad de adaptación y propuesta, por lo que en nuestro país encontraron un campo fértil para el desempeño profesional en el hacer arquitectónico.

Es importante destacar que en este afortunado encuentro cultural entre México y España, de enriquecimiento mutuo, -a la manera del que Carlos Fuentes expresa en El espejo enterrado (FCE, 1992)-, el contexto jugó también un papel muy importante: era un momento de prosperidad económica en México, con el cual se fortaleció  a la clase media y a la industria e la construcción como producto, entre otras causas, de la explotación del petróleo. Fue el presidente Lázaro Cárdenas quien, a finales de la década de 1930, abre las puertas del país a los exiliados españoles que llegaban a México en rechazo al régimen autoritario franquista.

Estas condiciones de colaboración entre México y España, quienes no sólo compartían el idioma, sino un papel protagónico y propositivo en la arquitectura moderna, se encontraron en un momento en que ésta última gozaba en nuestro país de un auge importante, produciendo una obras de gran calidad, basadas en el racionalismo y el funcionalismo, con figuras como José Villagrán, Mario Pani, Federico Mariscal, Enrique del Moral, Enrique de la Mora, y Augusto H. Álvarez, entre otros que colaboraron con ellos y que se formaron en este momento histórico.

Las difíciles condiciones de vida y laborales, que estrecharon lazos entre los arquitectos, empresarios, calculistas, constructores, académicos y artistas españoles en el destierro, que encontraron en nuestro país un generoso asilo, donde la homologación de título profesional de algunos de los primeros llegados, y la formación de las siguientes generaciones, favoreció su inserción en el mercado mexicano de la industria de la construcción, que en aquellos años gozaba de un importante desarrollo en expansión, no sólo en la Ciudad de México, sino en las diferentes ciudades del país.

Indudablemente, el más conocido de los arquitectos llegados a México como resultado de este proceso, es Felix Candela Outeriño, célebre mundialmente por las estructuras laminares de concreto armado, las cuales construyó vastamente en nuestro país durante las décadas de 1950 y 1960. Lo novedoso del paraboloide hiperbólico, un sistema constructivo con base geométrica que permite transmitir únicamente esfuerzos a compresión, es lo que se conoce también como superficie activa, la cual permite una gran ligereza material y cobertura de grandes claros con formas complejas. Candela, quien se nacionalizara mexicano, las construyó en distintas partes del mundo, pero lo hizo más prolíficamente en nuestro país.

Otros protagonistas de esta historia, como Tomás Bilbao Hospitalet, perteneciente a la primera generación, -y por cierto ascendencia familiar de protagonistas de la arquitectura mexicana contemporánea como Tatiana Bilbao-, han sido organizados por la investigación de Juan Ignacio del Cueto, sistemáticamente, por generaciones, de tal suerte que podemos distinguir entre los arquitectos españoles que llegaron con una carrera consolidada, los que la consolidaron en México, los nacidos y formados en México, etc., así como su vinculación a la formación importantes empresas constructoras de la época como Vías y Obras, Ras-Martín, TASA, y Cubiertas Ala.

Como podrá imaginarse, San Luis Potosí no estuvo exento de esta influencia, al contar con un importante número de familias con ascendencia española, por lo que esta exposición histórica nos ayuda también a comprender mejor el aquí y el ahora de nuestra arquitectura y nuestra ciudad. Tenemos por ejemplo el Cine Avenida, construido entre 1944 y 1847 por el Ing. Javier Vilchis Pliego, por encargo del Sr. José Vilet Ribé, donde el diseño a cargo de Ras-Martin, de Eduardo Robles Piquer y Vicente Martín Hernández, con la colaboración de Cayetano de la Jara, un equipo de diseñadores que venía precedido por un gran prestigio en la construcción de esta tipología arquitectónica, que en ese momento proliferaba en distintos puntos del país, caracterizada por el lenguaje formal del Art Decó europeo.

Probablemente uno de los mejores ejemplos de la colaboración entre arquitectos mexicanos y españoles la encontramos en la dupla formada por Enrique de la Mora y Palomar con Félix Candela , quienes en nuestra ciudad proyectaron el Templo de la Santa Cruz, en el Fracc. Industrial Aviación, en 1965, lo cual devino en recomendación para otros proyectos, como Colegio México (Apostólica), en 1965 y el templo del barrio de Tequisquiapan, en 1966. Estas tres obras de arquitectura religiosa han sido reconocidas por su carácter innovador como una importante contribución a la modernidad arquitectónica. El mismo Enrique de la Mora, sin un dato preciso del nivel de colaboración con Candela, pero una innegable influencia, realizó también otros templos en San Luis Potosí, como el de San Pío X en el Fracc. Himno Nacional y el templo de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote en el Fracc. Ricardo B. Anaya.

Probablemente estas obras arquitectónicas se encuentren en nuestro barrio, o en nuestro trayecto, y no hemos reparado en ellas, en su riqueza espacial y constructiva, por lo que este artículo es una invitación a apreciarlas.

fuentes de información:
Del Cueto R., J.I. (2010) Presencia del exilio republicano español en la arquitectura mexicana, en vritruvius 119.05, www.vitruvius.com.br 
Villar R., J. (2011) El templo de la Santa Cruz de Enrique de la Mora y Félix Candela en San Luis Potosí”, en ACADEMIA XXII Vol. 2, No. 2 www.journals.unam.mx
Villar R., J. (2011) Nuevas formas y estructuras en la arquitectura religiosa: Enrique de la Mora y Felix Candela en San Luis Potosí”, en 9o Seminario docomomo Brasil www.docomomobsb.org

Vitalidad del espacio urbano.


Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez

Cuando buscamos en nuestros recuerdos aquellos lugares que han dejado una huella más profunda, muchas veces encontramos espacios que, por sus características, nos impactan de manera significativa, muchas veces inconsciente, por su vitalidad. Así, conservamos en nuestra memoria una “tarjeta postal” vívida por ser interactiva y multisensorial, de un lugar, porque recordamos sus olores, sensaciones, sonidos, la presencia de otras personas, o un hecho que sucedió en un momento determinado. Pero, ¿Qué es la vitalidad urbana? ¿Podemos determinar o medir el nivel de vitalidad de un espacio?
Existen varios métodos para realizar un análisis de este tipo, pero en lo particular encuentro de gran utilidad, un manual denominado “Entornos Vitales”, realizado por un equipo interdisciplinario de arquitectos, urbanistas, paisajistas, antropólogos y diseñadores británicos, el cual establece una guía práctica y con fundamentos técnicos para valorar entornos construidos, o bien, para establecer las premisas para diseñar nuevos espacios. Todo ello con las reservas del caso, de un manual generado en otras latitudes y que es necesario “tropicalizar” para adecuar al aquí y al ahora.
De acuerdo con este equipo son siete aspectos los que se deben de considerar para determinar la vitalidad urbana:
1.     Permeabilidad
2.     Legibilidad
3.     Variedad
4.     Versatilidad
5.     Imagen apropiada
6.     Riqueza visual
7.     Personalización
La permeabilidad se refiere a esa capacidad de recorrer el espacio, a esa diversidad de opciones quese tienen para llegar de un punto a otro en un entorno determinado. Esta permeabilidad puede ser entendida como permeabilidad funcional o de tránsito, cuando se refiere a la circulación de las personas a través de un lugar, o bien, como otros tipos de permeablidad, asociados a la percepción, como pueden ser la permeablidad visual u olfativa, cuando se pueden recibir estos estímulos a la distancia. Llegar a una plaza y poder abarcarla con la mirada, porque no hay obstáculos o porque la vegetación es suficientemente baja o alta, como para no bloquear el paso o la vista, recorrerla con pocos obstáculos, cambiar diferentes rutas en el tránsito a través de ella, son ejemplos de este aspecto, digamos, en nuestra Plaza de los Fundadores, que al ser un zócalo, presenta una gran permeabilidad de tránsito peatonal.
A la facilidad con la que los habitantes y visitantes de un lugar “leen” el espacio, se denomina legibilidad. Esta posibilidad de orientarse e interpretar el espacio, está directamente relacionada con su uso, y por tanto con indicadores tales como  el desarrollo económico, comercial o turístico de un lugar. Se refiere a señalética, mapas, placas con texto y sistema Braille, pantallas interactivas, sitios web, acceso a internet, etc., pero también a la posibilidad de que exista una oficina o quiosco de información turística, o una forma multimedia de interacción, por ejemplo la campaña “¿Sabe usted que ocurrió en este lugar?”, que apareció en nuestras plazas y monumentos a partir de los festejos del Bicentenario.
Por su parte, la variedad se refiere a esa diversidad de actividades que acaecen en un lugar, y que normativamente recibe el nombre de usos de suelo. Esta diversidad está ligada no solo a la variedad que un entorno puede ofrecer, sino también a su defensibilidad, porque la variedad permite un uso intenso y constante del espacio. Dicho de otra forma, no existe espacio más inseguro que el que es monofuncional, como ciudades dormitorio, distritos de oficinas, etc., ya que éstos se utilizan solo parcialmente, a diferencia de un entorno de uso mixto bien equilibrado. Un ejemplo de ello pudiera ser el Jardín de San Miguelito, donde encontramos usos habitacionales, comerciales, de culto y educativos coexistiendo de manera armónica.
La versatilidad se refiere a la posibilidad de que un espacio sea utilizado de diferentes maneras a lo largo del tiempo. Por ejemplo, calles que se vuelven mercados al aire libre o tiaguis, cierto día de la semana, o un espacio abierto que se transforma en escenario o foro de espectáculos, en una negociación en el tiempo que nos hace verlo de diferentes maneras. Un ejemplo de ello podría ser la Plaza de Aranzazú, que ha albergado diversos eventos con adaptaciones temporales.
El carácter de los espacios y los edificios, como lo llamó Villagrán, se refiere a esa imagen apropiada que hace que los espacios “parezcan lo que son” es decir, que expresen su razón de ser o la actividad para la cual fueron creados. Es inevitable la referencia a Válery cuando hablaba de edificios “mudos”, la mayoría, otros “que hablan”, que son menos, y otros, aún menos “que cantan”.
La riqueza visual, debe ser completada con una riqueza multisensorial, como nos dice Pallasmaa, ya que no sólo los estímulos visuales constituyen la riqueza vital de un espacio. Sus colores y sus formas, si, pero también sus olores –a elote, a algodón de azúcar, etc.-, la sensación táctil de su temperatura a la sombra, o la brisa de sus fuentes, o el pisar sobre diferentes texturas. Un buen ejemplo de ello es el Jardín de San Francisco, que ofrece una gran riqueza sensorial a una gran variedad de usuarios.
Finalmente la personalización, que en nuestro contexto se conoce más como la identidad, esto es, la capacidad de vernos “reflejados en” o “representados por”, un entorno tangible e intangible. Este aspecto se refiere a esos rasgos culturales que hacen único a cada lugar, y que lo distinguen de otros, como la música, la vestimenta, la gastronomía, las costumbres y tradiciones. Un ejemplo de ello lo encontramos en el Jardín de Tequis, otro espacio de gran vitalidad durante todos los días del año, para los parroquianos, familias, niños, jóvenes, adultos mayores, mascotas, etc.
Los aspectos anteriormente descritos, nos ayudan a entender y caracterizar un espacio a partir de su vitalidad, si bien los ejemplos referidos en este artículo son plazas o espacios públicos, este sistema sirve también para interpretar un espacios construidos o edificios, conjuntos habitacionales, o bien, los “nuevos espacios públicos”, que son los centros comerciales. Podrá ser que un espacio salga muy bien evaluado en algunos aspectos, y en otros no tanto, pero al final la vitalidad está determinada por la integración balanceada de todos estos conceptos. Generalmente, los espacios con gran vitalidad, como la Plaza del Carmen, por ejemplo, presentan altos niveles de cada uno de los aspectos aquí enlistados, además de ser incluyentes con una gran diversidad de usuarios.
Este método me ha servido para analizar diferentes contextos determinados, o para establecer los objetivos de espacios a proyectar, pero sobre todo me ha servido para enseñar a futuros arquitectos a conocer y organizar los aspectos a considerar para lograr la vitalidad de un espacio. Es por ello que no quisiera dejar pasar la oportunidad de agradecer a quien me recomendó y facilitó este manual, mi amigo Fernando Torre, arquitecto, paisajista y catedrático, a quien debemos el diseño de algunos de los más interesantes espacios de nuestra ciudad. Un artífice, sin duda, de la vitalidad del entorno construido.

Bibliografía

“Entornos Vitales, Hacia un Diseño Urbano y Arquitectónico más Humano”, Manual Práctico, de Bentley+Alcock+Murrain+McGlynn+Smith. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1999

Fotografía: Victor M. Gutiérrez (Reforma 222, Cd. de México).

Las urbanizaciones cerradas en San Luis Potosí


Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez

Entre los asuntos públicos existen diversos aspectos en que las sociedades resuelven sus problemas y satisfacen sus necesidades. Los procesos sociales que suceden en las ciudades, traen como resultado una serie de dinámicas que condicionan desarrollo urbano, por las características de sus reglas de convivencia, competitividad y normatividad. A este conjunto de acciones conjuntas encaminadas a establecer guías de planeación, normatividad y construcción donde el gobierno interactúa con la sociedad para determinar la forma urbana, se les denomina políticas urbanas.
La política urbana se ocupa de asuntos sociopolíticos en un ámbito eminentemente territorial, y tiene que ver con la gestión del cambio urbano, esto es, una actividad estatal que busca influir en la distribución y operación de procesos de inversión y consumo del entorno construido.
Entre las transformaciones que la estructura espacial de las metrópolis presentan, con motivo de la creación de nuevos centros urbanos en una tendencia hacia la dispersión urbana, destacan los grandes centros comerciales localizados en la periferia de la ciudad, conectados a las grandes vialidades de la ciudad, además de parques tecnológicos y logísticos, se identifica la creación de barrios cerrados, destinados éstos últimos a cumplir la función de zona de residencia y recreo de los grupos sociales de mayores ingresos. Como resultado de políticas urbanas las diversas acciones emprendidas en un sentido particular bien definido, podemos ejemplificar la creación de zonas comerciales, la construcción de redes viales, la definición de áreas de equipamiento, o bien, la definición de espacios habitacionales definidos por su delimitación física, cerrada al resto de la ciudad y encerrada en sí misma, y su forma de organización interna, variante en sus niveles de autonomía y autogestión, y a este tipo de espacios se les conoce como urbanizaciones cerradas.
Una de las primeras interrogantes que surgen en torno a este fenómeno urbano, tiene que ver con qué tipo de estructuras político administrativas existen o deberían de existir, cuando el habitante es dueño o co-dueño del espacio público y por lo tanto, corresponsable del mismo.
La acción colectiva denota una transformación profunda de la lógica y de los procesos que cruzan a las sociedades complejas, así como el surgimiento de nuevas formas de poder, donde el Estado “retrocede” dejando asuntos de índole pública (seguridad, mantenimiento de espacios públicos, servicios públicos) en manos de privados.
Por supuesto que cada quién tiene derecho a vivir como mejor le parezca, pero este análisis busca cuestionar lo que pasa cuando esa elección afecta colectivamente a los habitantes de la ciudad, y hasta que punto la planeación del desarrollo urbano puede y debe permitir la proliferación de este tipo de urbanizaciones, antes de llegar a una ciudad conformada por entidades aisladas y fortificadas, -con un habitante hipotéticamente indiferente a las condiciones de vida fuera de su enclave y, por lo tanto a los asuntos políticos más allá de los límites de su interés particular-, con un alto porcentaje de los servicios públicos manejados por la iniciativa privada y una autoridad municipal cada vez más dispuesta a ceder sus responsabilidades y atribuciones en manos de los ciudadanos.
Las urbanizaciones cerradas son un fenómeno en expansión en la ciudad de San Luis Potosí, que no sólo se trata de una manifestación asociada a altos niveles socioeconómicos –ya se observan condominios de interés social-, y que es un asunto que no ha sido considerado con la suficiente profundidad por las autoridades del desarrollo urbano, como consta la normatividad y práctica institucional con atribuciones y responsabilidades relativas a este asunto.
No se pretende argumentar a favor o en contra de la creación de urbanizaciones cerradas en San Luis Potosí, sino de señalar los impactos que desde el punto de vista urbanístico y sociológico tienen sobre el desarrollo urbano. Ello con la intención que los actores involucrados en estos desarrollos tomen decisiones de manera informada, consciente y responsable de la transformación que están generando al futuro de la ciudad. También se pretende ofrecer información relevante para la creación de políticas públicas de planeación urbana, que establezcan acotaciones de zona y límites cuantitativos a la generación de nuevas zonas de urbanización en esquema cerrado, en función de su integración armoniosa y congruente con los usos de suelo vigentes en la localidad.
Uno de los principales instrumentos para la regulación interna de los fraccionamientos habitacionales cerrados es la gestión integral –diseño, implementación y seguimiento– de un reglamento interno donde se establezcan con claridad las condiciones de convivencia interna e interacción con las autoridades gubernamentales competentes a los servicios públicos que se prestan al interior del fraccionamiento. Mientras este instrumento sea visto como un factor de plusvalía mercadológica y no como una normatividad deseable al interior del fraccionamiento, gestionada y consensuada por todos los actores involucrados, y mientras no sea un requisito indispensable para todos los fraccionamientos habitacionales cerrados de cualquier índole, seguirán existiendo vacíos en la práctica de un ejercicio comunitario del derecho a vivir bien, en armonía y en cumplimiento de los estatutos legales preestablecidos para estos fines.

La Calle Completa


Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez.



En nuestra ciudad en estos días hemos podido conocer iniciativas para definir la regeneración de avenidas con una perspectiva meramente vial, que dejan de lado otras formas de moverse, distintas al automóvil privado. Esta perspectiva no toma en cuenta la opinión ni las necesidades de la ciudadanía, y obedece a prácticas urbanísticas del siglo pasado, en que se diseñaban ciudades para el automóvil. Hoy, las nuevas tendencias del diseño urbano apuntan a priorizar al peatón, al usuario del transporte público y al ciclista, complementando la circulación de vehículos por las calles de la ciudad.
“Un paso a desnivel o un puente es la manera más rápida de llegar al siguiente embotellamiento”, dice el urbanista Rafael Pérez Fernández, para explicar una visión parcial, que pierde de vista la planeación de la ciudad como un todo integrado. En cambio, cuando se diseña la calle desde una perspectiva de política pde una perspectiva de política p objetivos:e llega a un conceptooceso de planeacil ciclo completo de costo-beneficio, al desarroública, es decir, de manera conjunta entre los sectores público, privado y social de una comunidad, se llega a un concepto integral del espacio para la circulación que se conoce como “Calle Completa” o “Calle Total”.
Para conocer como se están diseñando en otras partes del mundo las calles con este criterio, tomemos por ejemplo el Manual de Diseño de Calles de Escocia, en la Europa escandinava, -una de las regiones del mundo con mayor calidad de vida-, el cual establece la política: el diseño de calles debe considerar el espacio antes del movimiento. Lo anterior quiere decir, si diseñamos para los coches eso es lo que vamos a obtener, más coches; en cambio, si diseñamos para el peatón, tendremos eso, más personas ocupando el espacio público. Además, nos dice este manual, el diseño de calles debe estar basado en una toma de decisiones balanceada y debe adoptar un enfoque multidisciplinario y colaborativo.
Por otra parte, en Nueva York, la experiencia del High Lane, -una iniciativa ciudadana de recuperación de las abandonadas vías elevadas del tren, apoyada con diseñadores de gran visión y sensibilidad-, dio la pauta para crear el Manual de Diseño de Calles, que aspira a lo que en la cultura anglosajona se conoce como “Calles de Clase Mundial”, de la cual se desprenden siete objetivos:
1.     Diseñar para la seguridad, crear espacios para mover personas y bienes con seguridad, a través de la ingeniería y la cultura viales, y con ello disminuir la accidentalidad y la fatalidad de la misma. Diseñar calles para servir viajes locales a baja velocidad. Investigar, probar y evaluar aditamentos y acciones innovadoras para incrementar la seguridad, particularmente aquellos que han funcionado en otras ciudades.
2.     Diseñar par la accesibilidad y la movilidad, esto es, integrar a todos los usuarios de la calle, para todos los usuarios, con criterios de diseño universal, especialmente para los grupos más vulnerables: niños, adultos mayores y personas con capacidades diferentes, en la diversidad de modos de transporte. Considerar las proyecciones de crecimiento, recuperar derechos de vía, sobre todo con una visión integral que mejore la vitalidad económica de la ciudad. Priorizar el uso peatonal, la bicicleta y también el tránsito vehicular, al proveer de infraestructura segura, accesible y funcional para todos los modos de transporte utilizados en cada ciudad, diseñar rutas y conexiones con una visión sistémica. Minimizar el impacto del tráfico pesado en los distintos barrios. Esforzarse por alcanzar la accesibilidad, el diseño universal, y también considerar accesos de emergencia.
3.     Diseñar para el contexto, responder al carácter del barrio. Partiendo de que las calles definen el carácter de los barrios, su diseño debe hacer referencia a el contexto colindante, incluyendo la historia, usos de suelo y puntos de referencia, es decir, comprender la vocación económica y social de cada barrio. Preservar el carácter único de cada barrio, provocar espacios para la convivencia, diseñar el paisaje, provocar actividades recreativas, diseñar de manera balanceada los distintos modos de tráfico en función de la seguridad y las necesidades de la comunidad.
4.     Diseñar para la habitabilidad, o sea, crear espacio público estimulante con espacios públicos de calidad. Más allá de su función para mover personas y bienes, las calles comprenden una extensa red de espacios públicos abiertos que facilitan las interacciones sociales, cívicas y económicas. Expandir el espacio público utilizable, reubicando o reciclando fincas abandonadas, deterioradas o sub utilizadas, para crear andadores, ampliar banquetas, extensiones del espacio público en esquinas o a mitad de cuadra, y aprovechar la oportunidad para crear áreas verdes o huertos urbanos. Diseñar las calles para incentivar la actividad física de todas las edades, al hacer el ciclismo, caminar o correr como algo atractivo y conveniente. También incluir espacios sombreados y para sentarse.
5.     Diseñar para la sustentabilidad, contribuir a un ambiente más sano y sostenible. Visualizar la calle como una extraordinaria oportunidad para mejorar la salud ambiental de la ciudad, utilizar materiales de menor impacto ambiental, que minimicen las superficies impermeables y maximicen la posibilidad de reforestación, así como la absorción calórica de la calle, con conocimiento del factor reflejante solar y, muy importante, entender el papel que cada zona de la ciudad juega en el ciclo del agua de cada región.
6.     Diseñar para la excelencia visual, lo que quiere decir crear paisajes urbanos coherentes y armónicos. Las ciudades bellas se definen por la calidad visual y perceptual de sus calles. Diseñar con los más altos estándares estéticos, considerando el mantenimiento de largo plazo, y con enfoque multisensorial, o sea que además la vista, el espacio debe ser capaz de estimular los demás sentidos.
7.     Diseñar para la rentabilidad, o lo que es lo mismo, proveer de la mayor plusvalía posible al público. La reconstrucción de las calles urbanas requiere de recursos financieros sustanciosos, por ello se debe considerar el ciclo completo de costo-beneficio: al desarrollar proyectos de inversión, medir no sólo el beneficio o el costo económico, sino el ambiental, territorial y social. Además de una  buena planeación y diseño, la calle requiere de una buena administración, así como considerar futuras necesidades, generando proyecciones de desarrollo como parte del proceso de planeación, reconociendo también la importancia de la evaluación y autoevaluación, como retroalimentación del proceso para futuras acciones.
De lo anterior podemos concluir, que para el diseño de una calle completa, debemos integrar todos estos factores, así como la geometría vial, los materiales de construcción, el paisaje, la iluminación y el mobiliario urbanos, pero sobre todo la participación conjunta e integrada de la ciudadanía, la iniciativa privada y el gobierno en el diseño de los espacios que habitamos y transitamos todos.

Fuente de información:
·       New York City (2009) Street Design Manual. Department of Transportation. www.nyc.gov/street designmanual
·       The Scottish Government (2010) Designing streets. A policy statement for Scotland. Edinburgo, Escocia www.scotland.gov.uk