Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez
En
mis jardines, en mis casas,
siempre
he procurado que prive el plácido murmullo del silencio,
y
que en mis fuentes cante el silencio.
Luis Barragán
La obra constructiva de Luis Barragán (Guadalajara 1902- Cd. De México,
1988), el Gran Maestro de la arquitectura mexicana, podemos clasificarla en
tres etapas: una regionalista a sus inicios (1927-1936) en Guadalajara, una
racional funcionalista a su llegada a la Ciudad de México a mediados de la
década de 1930 y otra expresionista a partir de 1945, en las obras que le
darían el reconocimiento internacional que perdura hasta nuestros días.
De esta primera etapa, donde su producción arquitectónica abreva de las
vivencias de su infancia en Mazamitla y en el México rural (haciendas, pueblos,
conventos, etc.), se destaca la Casa González Luna (1929-1930), una hermosa
construcción residencial que se conserva razonablemente en buen estado, y que
hoy podemos visitar para conocer más a fondo el legado del único mexicano que
ostenta el Premio Pritzker (1980).
Por encargo de Efraín González Luna, político mexicano que habría de
destacar como ideólogo del Partido Acción Nacional, por el cual fue candidato
presidencial (1952). Esta maravillosa construcción, sintetiza los principios de
iluminación e intimidad que caracterizaron toda la obra de Barragán,
magistralmente logrados por un excelso manejo de los materiales y el uso del color.
Enmarcada por robustas arcadas, y rematada por fuentes en los extremos
frontal y posterior de la casa, esta presenta un sobrio predominio de la masa
sobre el vano, que resaltan la volumetría –inédita para su época-, compuesta
por bloques escalonados, dando variedad a la perspectiva de sus distintas
vistas. Sus gruesos muros de carga están perforados por ventanas cuadradas y
rectangulares, que en sus marcos evidencian el grosor de su sistema constructivo
con base en muros de adobe y piedra, acabados con pinturas de cal y ladrillo en
exteriores, así como maderas oscuras y mosaicos en pisos, y un detalle de tejado
cerámico verde, que contrasta con los muros pintados de amarillo ocre.
Esta casa fue construida en lo que era las zona residencias campestre de
Guadalajara en la década de 1920, y que hoy se conoce como la céntrica Colonia
Americana, en una etapa de la arquitectura mexicana que veía en lo regional los
valores a alcanzar a través de su construcción. En ella se pueden encontrar influencias
arábigas, mezcladas con guiños a la arquitectura vernácula mexicana, una
combinación reconocible en esta primera etapa de la obra barraganiana. La
construcción consta de dos niveles, además de las comodidades domésticas, se
destaca la presencia de espacios como la amplia biblioteca y el oratorio en la
planta alta, rodeados de una gran terraza, que nos hablan de la vida de
recogimiento intelectual y espiritual de sus habitantes originales. Cuando
construyó esta casa, Barragán, recién llegado de Europa, con una confesa influencia
de Ferdinand Bac –arquitecto, paisajista y escritor francés-, confirió al
jardín un papel protagónico. En este lugar, el jardín ventila, ilumina y da
escala, así como el estímulo multisensorial por medio de juegos de agua y
árboles llenos de aves, con sonidos que aíslan del ruido exterior.
La casa fue ampliada en 1939 por el arquitecto Ignacio Díaz Morales, y
fue habitada por la familia González Luna hasta 1964. Posteriormente, en una
iniciativa por conservarla, el Instituto de Estudios Superiores de Occidente
(ITESO) adquirió la propiedad y la restauró 2001, conservando su esencia, pero
habilitándola para albergar un centro cultural de extensión de la vida
universitaria.
Declarada Monumento Artístico de la Nación, por el Instituto Nacional de
Bellas Artes y la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco, el centro
cultural lleva hoy el nombre del Jesuita Francisco Xavier Clavigero, estudioso
de la filosofía, docente e indigenista, que escribió la Historia Antigua de
México, un país al que amó y defendió culturalmente hasta el fin de sus días,
que pasó desterrado en Italia.
No se debe desaprovechar la oportunidad de conocer este edificio tan
especial, de acceso libre, que cumple ahora la función de conservar, difundir y
promover la producción de la institución, por medio de exposiciones temporales
y permanentes de la cultura regional. Además cuenta con salones de usos
múltiples para reuniones, cursos e incluso exámenes profesionales, una explanada
para conferencias y eventos, así como una agradable cafetería, que es
aprovechada por algunos visitantes para hacer algún apunte de esta inolvidable
experiencia de visitar la Casa González Luna, hoy Casa ITESO Clavigero.
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