martes, 19 de mayo de 2015

Habitabilidad del Espacio Público.

Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez

¿Qué podríamos hoy definir como espacio público?  Ya que estamos ante cierto tipo de transformación del espacio público, a partir del auge del capitalismo neoliberal, que privilegia la propiedad privada sobre el interés público, y que en tiempo reciente ha provocado cierta mutación en la manera en que la sociedad produce y utiliza el espacio público.
La participación de la sociedad en la producción del espacio público es condición de habitabilidad, es por ello que este artículo se enfoca en la acepción de éste como espacio de convivencia, como lugar donde cualquier persona tiene derecho a circular, y donde el paso no se restringe por criterios de propiedad privada o de reserva gubernamental. El espacio de propiedad pública, se encuentra caracterizado y definido por el dominio y uso públicos, y en el aspecto legal proviene de la separación formal entre propiedad privada y pública.
Desde la perspectiva arquitectónica y urbanística, podríamos decir que el espacio público es aquella superficie libre de construcciones, -a excepción de equipamientos colectivos y servicios públicos-, para usos sociales característicos de la vida urbana. Más, desde una aproximación jurídica, el espacio público se determina por estar sometido a regulación por parte de la administración pública, en este caso, propietaria o poseedora de la facultad de dominio de suelo, con lo que se garantiza -o se debe garantizar-, el acceso y condiciones de utilización a todos los ciudadanos.
El espacio público es escenario de interacción social, así como soporte físico de actividades y necesidades urbanas colectivas, -más allá de los intereses individuales-, no obstante hoy existen, por decirlo de algún modo, nuevas tipologías de espacio público, esto es, espacios de propiedad privada que son de uso público: los centros comerciales. Estos espacios se manifiestan como “artefactos” urbanos, de la metrópolis contemporánea, donde la privatización capitalista neoliberal, ha generado modificaciones profundas en la manera en que se vive la ciudad, y por tanto, el espacio público. Aunado a ello, interviene inevitablemente en una reflexión actual, la consideración del espacio virtual, con la posibilidad de comunicación instantánea que ofrece el internet, como un espacio público no físico, un concepto usado desde hace relativamente poco.
El poeta mexicano Octavio Paz, afirmó que el espacio arquitectónico no sólo obedece a las leyes de la geometría y a las de la estética, sino también a las de la historia”. El espacio público se entiende así como un espacio construido sobre un espacio físico, pero que es asimismo un espacio social. En este sentido, se visualiza al espacio no como un ente estático, sino como poseedor de un dinamismo que le confiere su propio uso, y los cambios que se presentan en el contexto a través del tiempo, y de los cuales el espacio es a la vez reflejo y abrevadero.
Desde esta perspectiva poética, el imaginario mental constituye un proceso fundamental para la percepción, el pensamiento, el lenguaje y la memoria del espacio. La imaginación aquí se entiende como la herramienta que nos permite captar la percepción múltiple del estar en nuestro hábitat, aquí y ahora, en continuidad con el pasado y el futuro, esta imagen “poliédrica” del mundo es producto de nuestra imaginación y los seres humanos percibimos el espacio a través de la imaginación, en un sentido esencial, como la actividad generadora de imágenes mentales.
Es a través del espacio que el individuo logra su identificación con su entorno cultural materializado, que se traduce en esquemas, patrones de comportamiento para actuar en él, que a su vez son patrones espaciales. Por ello se puede decir que el espacio existencial, es reflejo de la estructura del ambiente que le rodea.
La habitabilidad no se refiere sólo a los espacios construidos interiores y cerrados, sino a todos los espacios que en la amplia connotación arquitectónica abarcan tanto los edificados como los lugares naturales o paisajísticos. Las personas de diferentes culturas no solo hablan diferentes lenguas, sino habitan diferentes mundos sensoriales. Es precisamente a través de los medios arquitectónicos y urbanos que crean los grupos sociales, que se generan diferentes ambientes, manipulados por el hombre, que nos muestran cómo los diferentes pueblos los han utilizado. Las conductas son resultado de realidades específicas o regionales, lo cual se refleja en la manera de ser y resolver la habitación, buscando siempre una calidad de vida, unas condiciones para lograr una vida mejor.
La habitabilidad se puede traducir en este contexto como la búsqueda permanente de calidad de vida -no solamente física, sino en complementariedad con otros satisfactorios-. Es a partir de la dinámica social, actividades, eventos, acontecimientos, en suma, hechos cotidianos, donde el espacio como fenómeno se da en la experiencia que cada individuo o colectividad obtiene en su hábitat y existir; Es a través del uso del espacio y de habitarle, que el individuo toma consciencia de su estar en él, y por él logra su identificación como entorno materializado, que se traduce en esquemas, patrones de comportamiento al actuar en él, que a su vez son patrones espaciales.
Si el espacio es orden, es porque en él se materializan las acciones vinculadas al poder, como organizar, ordenar, imponer. El espacio público puede ser visto desde esta perspectiva, como la arena donde intervienen los diferentes sectores de la sociedad –público, privado y social-, empoderados por los diferentes medios con que cuentan para intervenir en la producción del espacio público.
Una aproximación económica del espacio público implica el acceso, apropiación, uso y gestión espacio; esta apropiación se asocia un sistema económico, sus reglas y modos de producción, reglas del mercado, de la economía, implica la estructura social, roles, jerarquías, un sistema de valores, deseos y orientaciones sociales.
En el espacio público confluyen las dimensiones social, cultural y política, ya que es a la vez lugar de relación, identificación y manifestación. Por tanto, se debería evaluar la calidad del mismo con base a criterios como la intensidad y calidad de relaciones sociales que facilita, así como su capacidad de acoger y mezclar distintos grupos y comportamientos, o bien, su capacidad de estimular la identificación simbólica, esto es, la expresión de la sociedad y la integración cultural. Por ello supone dominio público, esto es, el uso social colectivo y una gran diversidad de actividades.


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