Por Victor
Manuel Gutiérrez Sánchez
¿Qué
podríamos hoy definir como espacio público? Ya que estamos
ante cierto tipo de transformación del espacio público, a partir del auge del
capitalismo neoliberal, que privilegia la propiedad privada sobre el interés
público, y que en tiempo reciente ha provocado cierta mutación en la manera en
que la sociedad produce y utiliza el espacio público.
La
participación de la sociedad en la producción del espacio público es condición de habitabilidad, es por
ello que este artículo se enfoca en la acepción de éste como espacio de
convivencia, como lugar donde cualquier persona tiene derecho a circular, y
donde el paso no se restringe por criterios de propiedad privada o de reserva
gubernamental. El espacio de propiedad pública, se encuentra caracterizado y
definido por el dominio y uso públicos, y en el aspecto legal proviene de la
separación formal entre propiedad privada y pública.
Desde la
perspectiva arquitectónica y urbanística, podríamos decir que el espacio
público es aquella superficie libre de construcciones, -a excepción de
equipamientos colectivos y servicios públicos-, para usos sociales
característicos de la vida urbana. Más, desde una aproximación jurídica, el
espacio público se determina por estar sometido a regulación por parte de la
administración pública, en este caso, propietaria o poseedora de la facultad de
dominio de suelo, con lo que se garantiza -o se debe garantizar-, el acceso y
condiciones de utilización a todos los ciudadanos.
El espacio
público es escenario de interacción social, así como soporte físico de
actividades y necesidades urbanas colectivas, -más allá de los intereses
individuales-, no obstante hoy existen, por decirlo de algún modo, nuevas
tipologías de espacio público, esto es, espacios de propiedad privada que son
de uso público: los centros comerciales. Estos espacios se manifiestan como
“artefactos” urbanos”, de la metrópolis contemporánea,
donde la privatización capitalista neoliberal, ha generado modificaciones
profundas en la manera en que se vive la ciudad, y por tanto, el espacio
público. Aunado a ello, interviene inevitablemente en una reflexión actual, la
consideración del espacio virtual, con la posibilidad de comunicación
instantánea que ofrece el internet, como un espacio público no físico, un
concepto usado desde hace relativamente poco.
El poeta
mexicano Octavio Paz, afirmó que el espacio arquitectónico “no sólo obedece
a las leyes de la geometría y a las
de la estética, sino
también a las de la
historia”. El espacio público se entiende así como un espacio construido sobre
un espacio físico, pero que es asimismo un
espacio social. En este sentido, se visualiza al espacio no como un ente
estático, sino como poseedor de un dinamismo que le confiere su propio uso, y
los cambios que se presentan en el contexto a través del tiempo, y de los
cuales el espacio es a la vez reflejo y abrevadero.
Desde esta
perspectiva poética, el imaginario mental constituye un proceso fundamental
para la percepción, el pensamiento, el lenguaje y la memoria del espacio. La
imaginación aquí se entiende como la herramienta que nos permite captar la percepción
múltiple del estar en nuestro hábitat, aquí y ahora, en continuidad con el
pasado y el futuro, esta imagen “poliédrica” del mundo es producto de nuestra
imaginación y los seres humanos percibimos el espacio a través de la imaginación, en un sentido esencial,
como la actividad generadora de imágenes
mentales.
Es a
través del espacio que el individuo logra su identificación con su entorno
cultural materializado, que se traduce en esquemas, patrones de comportamiento
para actuar en él, que a su vez son patrones espaciales. Por ello se puede
decir que el espacio existencial, es reflejo de la estructura del ambiente que
le rodea.
La
habitabilidad no se refiere sólo a los espacios construidos interiores y
cerrados, sino a todos los espacios que en la amplia connotación arquitectónica
abarcan tanto los edificados como los lugares naturales o paisajísticos. Las
personas de diferentes culturas no solo hablan diferentes lenguas, sino habitan
diferentes mundos sensoriales. Es precisamente a través de los medios
arquitectónicos y urbanos que crean los grupos sociales, que se generan
diferentes ambientes, manipulados por el hombre, que nos muestran cómo los
diferentes pueblos los han utilizado. Las
conductas son resultado de realidades específicas o regionales, lo cual se
refleja en la manera de ser y resolver la habitación, buscando siempre una
calidad de vida, unas condiciones para lograr una vida mejor.
La habitabilidad
se puede traducir en este contexto como la búsqueda permanente de calidad de
vida -no solamente física, sino en complementariedad con otros satisfactorios-.
Es a partir de la dinámica social, actividades, eventos, acontecimientos, en
suma, hechos cotidianos, donde el espacio como fenómeno se da en la experiencia
que cada individuo o colectividad obtiene en su hábitat y existir; Es a través
del uso del espacio y de habitarle, que el individuo toma consciencia de su
estar en él, y por él logra su identificación como entorno materializado, que
se traduce en esquemas, patrones de comportamiento al actuar en él, que a su
vez son patrones espaciales.
Si el espacio es orden, es porque en él se
materializan las acciones vinculadas al poder, como organizar, ordenar,
imponer. El espacio público puede ser visto desde esta perspectiva, como la
arena donde intervienen los diferentes sectores de la sociedad –público,
privado y social-, empoderados por los diferentes medios con que cuentan para
intervenir en la producción del espacio público.
Una aproximación
económica del espacio público implica el acceso, apropiación, uso y gestión espacio;
esta apropiación se asocia un sistema económico, sus reglas y modos de
producción, reglas del mercado, de la economía, implica la estructura social,
roles, jerarquías, un sistema de valores, deseos y orientaciones sociales.
En el
espacio público confluyen las dimensiones social, cultural y política, ya que
es a la vez lugar de relación, identificación y manifestación. Por tanto, se debería
evaluar la calidad del mismo con base a criterios como la intensidad y calidad
de relaciones sociales que facilita, así como su capacidad de acoger y mezclar
distintos grupos y comportamientos, o bien, su capacidad de estimular la
identificación simbólica, esto es, la expresión de la sociedad y la integración
cultural. Por ello supone dominio público, esto es, el uso social colectivo y una
gran diversidad de actividades.
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