Por Victor
Manuel Gutiérrez Sánchez
Para entender
la propuesta artística del mexicano Gabriel Orozco (N. Xalapa, 1962), es
importante distinguir una postura moderna, en que el arte explica e interpreta
la realidad mediante objetos creados conceptualmente, y por otra parte, la postura contemporánea del “todo
vale”, en la cual se difumina la definición del arte.
En nuestros
tiempos, lo que determina las propuestas artísticas es la necesidad del
mercado, muchas veces sin atender a criterios de calidad ni estético. En este
contexto, en el que casi cualquier cosa es arte, la actividad artística se
caracteriza por criterios extraordinariamente libres.
Tratando de
entender mejor esta discusión, se recomienda el documental de Juan Carlos
Martin, que muestra a Orozco como uno de los artistas mexicanos con mayor
reconocimiento en las galerías de arte del extranjero. En este documental, se
presenta al artista como una gran figura internacional, mostrando sus procesos
e ideas detrás de algunas obras desarrolladas a lo largo de un año. Para
Orozco, “lo heroico es dejar de ser artista”, al parecer tuvo una formación
tradicional como artista visual, para después decantarse por una práctica mas
experimental.
Podríamos
definir el trabajo de Orozco por el humor y la impredictibilidad, también
porque se le conoce y reconoce más en el extranjero que en nuestro país. Su
trabajo, autodefinido como “obra crítica”, afirma está impulsado por la
búsqueda de comprensión e intensidad,
que parte de un público informado y curioso, “el arte no es para las masas”, nos
dice, sino para generar un momento de plenitud individual en el espectador.
En algún
momento del documental, se le puede ver recolectando materiales de desecho en
la basura, un acto de pepena, donde ubica objetos y materiales para reciclar en
las calles de Nueva York. Una de sus instalaciones, realizada en esta ciudad,
merece la observación “mejor pequeño pero significante, que grande pero
insignificante” afirma el curador. El artista establece, “cualquiera puede
recolectar, escoger, pero al yo escogerla deja de ser basura. Al llevarla a la
galería se convierte en arte, en un momento de arte”. Esta es una de las
características definitorias del arte contemporáneo, objetos cotidianos e
intrascendentes, adquieren una denominación artística al ser llevados al círculo
del arte para ser considerados como tal. En este sentido es importante el
constructo intelectual del autor para llevar los objetos a este contexto, y
también es determinante el papel del curador, como podemos constatar en este
video. Son los curadores los que determinan el valor artístico de un objeto,
llegando incluso a influir en la opinión del espectador. Y es que en la tabula
rasa del arte, si alguien lo llama “arte” es arte.
Para Orozco,
“al final el estilo es un accidente”, su postura es clara cuando afirma “el
arte no se trata de un estilo, eso es para decoración o artesanía, se trata de
descubrir algo que no existía”, en este sentido, reconoce que los sistemas de
comunicación son muy fuertes en la determinación de las vanguardias artísticas
y su percepción social. “Lograr que el espectador vea el mundo como el artista
lo ve, eso es muy fuerte”, dice el artista.
La
singularidad del arte contemporáneo, podemos reconocerla en Orozco cuando
establece “después de los 25, un artista no forma parte de nada” refiriéndose a
una exploración individual que no tiene que ver con su generación. Se nos
presenta a un artista ingenuo, muy seguro de sí mismo, capaz de presentar una
caja de zapatos a la Bienal de Venecia. Como una búsqueda personal de “residuos
de una acción”, una vez mas se afirma el carácter impredecible del acto
artístico contemporáneo, “sin querer dejas la huella”.
En su
búsqueda “combinar lo que se ve viejo con lo que se ve nuevo” le lleva a
generar nuevas cosas, entiende al individuo como el que contiene cosas, “uno es
un recipiente”. Orozco dice “no estoy pensando en llenar en el espacio, sino
que entres y que este vacío sea mas un espacio de reflexión, muy sutil”, esto
es una búsqueda no escenográfica, ni escultórica, sino significativa para sí
mismo y para el espectador.
El artista
se empodera con la creatividad “cuando el artista se hace viejo siente envidia
del poder de los más jóvenes”, pero el efecto de esta creatividad es efímero,
“el efecto en la atención es de dos o tres minutos, en la memoria, es indefinido”.
Tal vez por ello su trabajo ha recibido de la crítica la denominación instalación
fast food, y es que Orozco, como
Warhol, se identifica con el consumismo de su tiempo. “Me da gusto, es bueno
cuando los demás lo ven fácil”, ya que “cuando las obras son perfectas ya no pertenecen
al artista, sólo las imperfectas nos pertenecen”, señala.
Orozco señala
“me gusta la idea del principio”, ese momento parecido al Big Bang en que el proceso vuelve a comenzar. “por eso me gusta
empezar algo nuevo”. Para el artista, “el arte es algo que sucede y que no
puedes medir”, y no se trata de hacer algo poético, lo cual le confiere a hacer
arte contemporáneo un enorme misterio, y por lo tanto una gran indefinición. El
arte de Gabriel Orozco “refleja el mundo cambiante, ya que es parte de ese
mundo cambiante” afirma una vez más una curadora.
Autores del
arte contemporáneo como Gabriel Orozco, carentes o superficiales en los constructos
detrás de la obra, llevan a afirmar a los detractores que se ha perdido la
experiencia profunda, toda vez que es el mercado es lo que sostiene el arte. El
arte debe ser la expresión, no del artista, sino de algo que lo trasciende,
afirman los conocedores.
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