Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez
El Premio Pritzker, también conocido como el “Nobel de la
arquitectura”, correspondió este 2016 al arquitecto Alejandro Aravena, un
chileno de 48 años que afirma que su arquitectura se basa más en el servicio
público que en el diseño estético, y cuya filosofía arquitectónica consiste en
“involucrar a la comunidad en los procesos”.
Después de graduarse de la Universidad Católica de Chile, en 1992,
Aravena estableció su práctica independiente hasta 2001, año en que, en
sociedad con Andrés Iacobelli, funda Elemental, una compañía enfocada en el
hacer arquitectónico, “capaz de demostrar que se puede hacer mejor las cosas”. De
esta manera, su propuesta se enfoca en proyectos de alto y bajo presupuesto, así
como en vivienda social de bajo costo y reconstrucción de ciudades afectadas
por desastres naturales.
Reconocido entre “La generación dorada” de la arquitectura chilena
(junto con Smiljan Radic, Cecilia Puga, Sebastián Irarrázabal y Mathias Klotz),
Aravena busca a través de su obra “dar oportunidad a los menos privilegiados,
mitigar los efectos de los desastres naturales, reducir el consumo energético y
proveer espacios públicos incluyentes”. Para el colectivo Elemental, integrado
hoy en su mayoría por ex alumnos de Aravena, la arquitectura es “una disciplina
colaborativa”, y es por eso que acostumbran abordar los proyectos de manera inclusiva
y con una gran libertad para experimentar. Ellos se consideran “ignorantes
profesionales”, es decir, expertos en nada, dispuestos siempre a seguir
aprendiendo, a discutir todo juntos, y a reconocerse siempre “en la parte
ascendente de la curva de aprendizaje”.
Lo anterior ha llevado al equipo a no volver a hacer lo mismo una vez que descubren
algo, ya que les gusta ser razonables y permitir a la intuición arrojar un
resultado sorprendente que, incluso ellos, “no sabían que era posible”. Como afirma
Aravena: “A veces la solución es un edificio económico, a veces hay que
enfocarse en la imaginación de las personas con la arquitectura”, es por ello
que para ellos es fundamental analizar de manera objetiva la ecuación
particular requerida, entre el razonamiento y la intuición, para resolver cada
proyecto, y convencer que la arquitectura, “en vez de un costo extra, es un
valor agregado”.
El también Director de la Bienal de Arquitectura de Venecia en su
edición 2016, tiene su base en Santiago de Chile, y muchas de sus obras se
encuentran en su país natal, pero su obra abarca, hasta el momento, países como
Estados Unidos, China, Suiza y México. No cabe duda que el reconocimiento
internacional favorecerá la proliferación de su trabajo en muchos otros países.
La fama mundial comenzó a llegar a Aravena gracias al éxito de sus
propuestas de vivienda social en el norte de Chile, a través de su planteamiento
de “media buena casa”, un concepto de vivienda progresiva en serie desarrollado
mediante un procesos de diseño y construcción participativos, en los que las
familias residentes pueden completar el trabajo paulatinamente y jugar un rol
activo en la definición de su espacio habitacional. Para él, la vivienda social
es un tema difícil, que “requiere calidad profesional, no caridad profesional”,
y con esta premisa han desarrollado conjuntos habitacionales en varias ciudades
de Chile y un conjunto en nuestro país, ubicado en Monterrey, N.L.
Aravena se caracteriza por la firmeza en sus convicciones, como
puede notarse cuando afirma: “Necesitamos involucrar a las mejores personas en
la cadena de producción, desde los políticos hasta el trabajador social y el
diseñador”, esta postura llevó a que llegara la solicitud para elaborar un Plan
Maestro para la reconstrucción de la ciudad de Constitución, devastada
simultáneamente por un sismo y un tsunami (2010). Elemental contó con 100 días
para elaborar el proyecto, que incluyó infraestructura, espacio público y
equipamiento, y su estrategia fue trabajar directamente con la población: “En
lugar de buscar respuestas, buscamos las preguntas fundamentales, así encontramos
que la principal era ¿Cómo manejar la precipitación pluvial?”, ello los llevó a
concebir un bosque urbano en torno a la ciudad, para prevenir inundaciones.
Su obra se caracteriza por un profundo entendimiento de los
materiales y los procesos constructivos, pero también de la importancia de la
poética y el poder comunicativo de la arquitectura. Para él, uno de los grandes
errores que cometen los arquitectos es involucrarse en problemas que solo
interesan a otros arquitectos” “el reto mayor es involucrarse en asuntos
importantes no arquitectónicos, como la pobreza, la contaminación, la
congestión o la segregación, y aplicar nuestro conocimiento específico. No es
suficiente con despertar conciencia. Quiero dejar a las personas más
herramientas. Debemos compartir los retos para estar listos para las batallas
que vienen”.
“Los verbos más simples, como dormir, estudiar, comer, reunirse,
descansar, se convierten en nuestras vidas y suceden en lugares, en
sustantivos, oficinas, escuelas, casas, parques. La arquitectura se trata de dar
la mejor forma posible a esos sustantivos y a esos verbos, donde la vida tiene
lugar, lo principal es la vida misma y ser parte de la herencia cultural de la
humanidad, retos que vale la pena asumir. La arquitectura tiene el poder de
traducir en formas esas fuerzas, si existe algún poder en la arquitectura, es
el poder de la síntesis: entre más complejo el problema, mayor necesidad de
síntesis. Aspectos como la motivación, las capacidades y las sorpresas, son las
distintas fuerzas empujando en diversas direcciones, que pueden ser canalizadas
a través del diseño, diferentes stakeholders,
tipos de personas, instituciones, deseos, y la síntesis de estas diversas visiones
del mundo pueden aportar a una visión común”, dice Aravena.
Hoy que se debate en torno a la responsabilidad social del
arquitecto, queda de manifiesto que la profesión arquitectónica debe de poder
servir a la sociedad en el sentido amplio: al poder económico y político, pero
también a los menos privilegiados por este poder. Esto es precisamente lo que
hace destacar al trabajo de Alejandro Aravena como innovador e inspirador, ya
que como se menciona en la declaración de Tom Pritzker: “su trabajo muestra
como la arquitectura puede mejorar la vida de las personas”, y es que la
arquitectura nos atañe a todos, los que la hacemos y los que la habitamos.
Imágenes:
Cristóbal Palma
Felipe Díaz
ELEMENTAL
Referencias:
“Pritzker Prize for
Architecture is Awarded to Alejandro Aravena of Chile”, artículo de Robin
Pogrebin en The New York Times, el 13
de enero 2016.
“Chilean architect Alejandro Aravena wins 2016 Pritzker prize”,
artículo de Oliver Wainwright en The
Guardian, el 13 de enero 2016.
“Wir sind professionelle Ignoranten: Alejandro Aravena über Haare
in der Suppe, partizipative Gestaltung und den steilen Teil der Lernkurve”, en Bauhaus issue 7, 4 de dicembre 2015.
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