Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez
Twitter e Instagram @intersticio74
“El
escultor transforma el material y con ello el espíritu de la gente”.
Kiyoto Ota.
El Laberinto de las Ciencias y las Artes
de San Luis Potosí festeja este año su décimo aniversario, y para ello
realizará una serie de eventos de los cuales habrá que estar muy pendientes, ya
que la calidad de sus actividades ha sido una característica constante durante
todo este tiempo. La exposición que ocupa este mes la Sala de Exhibiciones
Temporales no es la excepción, ya que está dedicada a la exposición escultórica
del artista de origen japonés Kiyoto Ota: “3 Casas Extraordinarias y Serie de Úteruz”.
Kiyoto Ota nació en Nagasaki, Japón, en
1948, pero radica en México desde la década de 1970, en que llegó para estudiar
en nuestro país en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La
Esmeralda”, por lo que su obra cuenta con una personalidad propia, que es una
combinación de su doble influencia cultural, japonesa y mexicana. Ello, aunado
a la profunda relación que este autor tiene desde su infancia con la
naturaleza, es la impronta de este proyecto de esculturas habitables, el cual
desarrolla desde hace años, con la premisa de generar espacio para experimentar
la tranquilidad.
La obra de Ota no es ajena al Laberinto
de las Ciencias y las Artes de S.L.P., su “Pasaje de Cedro Rojo” es una de las
piezas emblemáticas más transitadas por los visitantes del museo, que
literalmente pasan a través de ella y se detienen a tomarse la foto del
recuerdo. Esta colección de piezas ahonda en el sentido espacial de la
escultura, en el cual los espectadores podemos tocar su materialidad, e inclusive
introducirnos en ellas, ya que para Kiyoto Ota, es importante manifestar un
cuestionamiento a la escultura contemporánea como arte táctil.
La serie de esculturas agrupadas bajo el
denominativo “Úteruz”, iniciada en
2006 , consiste en piezas que exploran la expresividad de distintas maderas,
como el encino, el pino y el cedro, que utiliza para fabricar estructuras
caracterizadas por la creación de espacio interior, buscando recuperar la
memoria de útero materno, mediante vacíos, estructuras esqueléticas, huecos,
rendijas y formas orgánicas. En varias de estas piezas, se provoca al espectador
a sentir tranquilidad mediante el silencio y el acercamiento a formas
sencillas, así como el diálogo de las piezas con la incorporación de elementos
naturales como el viento y el agua.
La serie denominada “3 Casas
Extraordinarias”, consiste en un experimento de escala 1:1 para reflexionar en
torno a la diferencia entre lugar y espacio. Estas tres casas de madera que “no
protegen ni acogen al visitante”, están claramente basados en la tradición
constructiva japonesa, no obstante que también recuerdan a las que se
construyen en algunas regiones de nuestro país. El autor aclara que, no
obstante el nombre, se trata de una escultura, y no una de una casa, mediante
las cuales ha buscado anular su condición de refugio (podríamos decir que
constituyen el anti-úteruz), porque
aunque podemos ingresar en ellas, es imposible sentirse cómodo y permanecer
mucho tiempo en ellas, ya que están desprovistas de funcionalidad y cuentan más
bien con condiciones que incitan a la reflexión crítica.
La agorafobia se enfrenta aquí mediante
instalaciones que transforman el lugar en otra cosa, es decir, suprimen la
funcionalidad de la casa. Esa fue precisamente la intención de Ota al
fabricarlas: hacerles perder su significado, su sentido de lugar o su genius loci.
La Casa de viento (2014) consiste en dos
pasillos que se entrecruzan y conducen a la inminente salida, ya que la casa no
tiene habitaciones, sino solamente dos puertas, dos ventanas y ventiladores. La
instalación es a la vez un manifiesto (“casa en la que no vive nadie no es
casa”) y un vestigio, ya que reconstruye simbólicamente una casa tradicional de
Japón.
Por su parte, la Casa de lluvia (2016),
representa su incapacidad de funcionar como refugio, al presentar una
permanente precipitación pluvial en su interior. Según su autor, “una ironía total”, ya que a la vez invita a
acercarse a sentir la brisa fresca y el inconfundible aroma a madera mojada, lo
cual, dice Ota, produce una experiencia entrañable.
Finalmente, la Casa de Alicia (2017) presenta
un aspecto común en apariencia exterior, pero es engañosa, ya que en el
interior presenta una escalera que dirige hacia una puerta-ventana lejana, que
en el exterior se convierte en una ventana más. Además de que el pasillo se
estrecha conforme asciende, dando lugar a una manipulación de perspectiva para
crear ilusión de profundidad.
Al visitar esta exposición, es
conveniente asociarla con la crítica multisensorial al ocularcentrismo que propone el crítico finlandés, Yuhani Pallasmaa.
Ya que se trata de una experiencia estética fuertemente háptica y espacial. En
palabras del propio Kiyoto Ota, “confiamos demasiado en la visual, pero a veces
hay trampas”. Es por ello que esta serie de casas para “habitar” en el plano de
lo mental, logran la transformación conceptual al afectar al espectador,
confirmando que la “escultura es un recipiente de energía”.
Bibliografía.
García, H., R. (2017) “La casa imposible
el artista japonés Kiyoto Ota”, en Gatopardo, agosto 2018 www.gatopardo.com
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