Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez
Twitter e instagram @intersticio74
Que la buena arquitectura y el buen vino se parecen y además
combinan muy bien, no creo que sea una afirmación que despierte polémica: ambos
destilan de la cultura y producen un inagotable deleite multisensorial a sus
conocedores. Tal vez por ello, cada vez más compañías vinícolas y vitivinícolas
–no es lo mismo-, apuestan por invertir en la construcción de espacios
arquitectónicos de gran calidad para acentuar la experiencia de degustar un
buen vino y conocer de cerca el proceso mediante el cual se producen.
Recordemos, por poner un ejemplo, la obra de Frank O. Gehry
en La Rioja, España. En 2006, el arquitecto canadiense concibió una
estrafalaria estructura recubierta de titanio con colores que hacen alusión al
vino tinto, así como al oro y plata de la botella. Según la anécdota, los
propietarios de Marqués de Riscal, convencieron al cotizado arquitecto, ganador
del Premio Pritzker, de aceptar la
comisión, al poner sobre la mesa una botella del año de su nacimiento (1929), -además
de un cuantioso cheque-.
Lo bueno es que no es necesario ir tan lejos para disfrutar
de esta armoniosa combinación, la de la arquitectura y el vino, en una refinada
versión. En Trancoso, un poblado cercano a la capital del estado de Zacatecas,
se encuentra el Viñedo Campo Real, donde se produce una gran variedad de
extraordinarios vinos de marca Tierra Adentro. Ambos nombres, hacen alusión a
la Declaratoria como Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la UNESCO
(2010).
Ahí, en medio de los viñedos que producen variedades de uvas
como Malbec, Merlot, Syrah y Sauvignon,
entre otros, se destaca una estructura en voladizo, que alberga el Restaurant
Albuquerque, proyectado por Fernanda Reyes, con la colaboración de Alberto
Soto. Construida en 2016, esta magnífica obra arquitectónica se compone de dos
pabellones sobrepuestos, que aluden a la linealidad de los surcos de los
viñedos y a la combinación entre modernidad y tradición de una nueva generación
de productores de vinos zacatecanos.
Esta relación volumétrica minimalista, da paso a un mirador
panorámico, que ofrece a sus visitantes el regocijo de encontrarse rodeado por
la naturaleza. La parte inferior, construida predominantemente con tierra
rojiza, alberga los servicios del edificio, así como una cocina gourmet de
primer orden. La parte superior, suspendida sobre tres puntos de apoyo, es un
pabellón de cristal, acero y madera, que se adentra en el verde del paisaje,
que no por domesticado es menos fascinante.
El viñedo Campo Real es una estupenda opción para visitarlo
durante cualquier época del año –Su evento anual es la Vendimia del 25 de
agosto-, y degustar la exquisita gastronomía creada para ser el maridaje de los
deliciosos vinos que producen. También tienen visitas guiadas a sus salas de
tanquería para conocer sus procesos de producción, así como su cava y museo de
la barrica. Sus 50 hectáreas de viñedos se pueden recorrer en un tren
turístico, o bien, en bicicleta, para terminar en una refrescante cata. Después
de todo, siempre cae bien un buen vino para disfrutar de la buena arquitectura,
y viceversa.
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