por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez.
Rashomon
es un lugar, nombre de una puerta derruida japonesa, un templo en la antigua Kioto,
pero podría referirse a cualquier parte del mundo, o bien, a todo el mundo.
Este es el escenario en el que Akira Kurosawa nos presenta una pesimista visión
de la condición humana, desde un intersticio que protege a los protagonistas de
la lluvia, metáfora de un mundo de desconfianza y egoísmo. La historia comienza
poco tiempo después del acaecimiento de un crimen perturbador, al que el
espectador no asiste, pero que va a conocer por medio de la narración de cuatro
de los protagonistas. Así, se narra el hecho desde diferentes perspectivas de
los protagonistas, que a su vez lo construyen cada uno bajo diversas posiciones
emocionales. Sentimientos tales como odio, resentimiento, fortaleza, culpa,
sumisión, dan cuenta de la variedad de recursos y la genialidad como narrador
de Kurosawa, quien construye una penetrante intriga por medio de altos contrastes
de serenidad, viveza, tensión y tranquilidad. En esta película se debaten temas
como verdad, hombre, bien, orgullo, y en general el dilema de la condición
humana, con una poderosa carga de culpa, redención y pesimismo existencial, lo
cual conlleva a la pérdida de fe en el alma humana.
La vida
humana es realmente frágil y
pisoteable como el rocío de la mañana.
La
narración de los hechos se da entre los dos protagonistas iniciales, un leñador
y un sacerdote, cuando aparece un tercero que es un viajero que llega a resguardarse
de lluvia a Rashomon, y describe como ambos fueron llamados a testificar el
asesinato de un samurái y la violación de su esposa cuando atravesaban el
bosque. La historia se va haciendo inteligible al espectador por medio de
cuatro distintos relatos.
La
versión del bandido, prácticamente es una confesión de haber cometido el
crimen, -“mi intención era tenerla sin matar al marido”-, quien seducido por la
imagen de la esposa -“creí que había visto a una diosa”-, impulsivamente decide
enfrentar al marido, a quien distrae con engaños, y tomar por la fuerza a su
mujer, quien ofrece cada vez menos resistencia, hasta dar evidencia de un acto
consensuado. Es después ella misma la que exige que ambos entren en un duelo a
muerte para salvar su culpabilidad y algo de su honor mancillado -“para mi
tener 2 hombres es una vergüenza peor que la muerte”-, en un duelo honorable,
por la igualdad de circunstancias, el samurái muere por la espada del bandido,
quien en la narración demuestra inconsistencia en su verisimilitud, ya que
admite haber dejado en la escena del crimen la daga de la mujer, un objeto
valioso que argumenta haber dejado perturbado por los hechos, además de
reconocer en su conclusión la proclividad humana a mentir -“los hombres somos
débiles, por eso mentimos”-, así como la posibilidad de enriquecer el relato
para entretener -“no importa la mentira, mientras sea divertido”-.
La
segunda versión es la de la mujer, quien se presenta aún en estado de shock -“¡ví
mi puñal en el pecho de mi marido muerto!”-, y asegura que el bandido huyó de
la escena del crimen después de ultrajarla a la fuerza. En su versión el final
de la escena del crimen se da entre ella y su esposo, quien la confronta con
una mirada llena de reproche y repulsión que ella no puede soportar, pasando de
la vergüenza a la ira, simplemente argumenta haber despertado de su desmayo
encontrando al marido asesinado. Su argumento flaquea cuando aduce a diferentes
lagunas de la memoria -“no recuerdo cómo salí del bosque”-, además de culminar
con un supuesto fracaso en su intento de suicidio.
Estas
dos versiones encontradas generan confusión en el viajero, que escucha cada una
con atención -“cuanto más oigo, más confundido estoy”-, pero hay una tercera
versión que es la del samurái asesinado, quien se expresa a través de una
médium -“los hombres muertos no mienten”-, en esta, la mujer suplica al bandido
que la lleve con él, exigiéndole también que asesine al marido atado, para
dejar atrás la culpa y el deshonor -“mientras él esté vivo no puedo irme
contigo”-. El bandido, sorprendido por esta demanda, la rechaza, y libera al
samurái de sus ataduras, obteniendo con ello su perdón, pero al no poder
soportar la frustración el samurái se suicida con la daga de la mujer. Este
relato tampoco es totalmente verosímil, ya que la daga fue encontrada en la
escena del crimen lejos del cuerpo de la víctima.
La
versión definitiva parece estar dada por el leñador, testigo del crimen quien
se muestra verdaderamente perturbado por lo ocurrido -“pero, ¿Hay alguien
realmente bueno?”-. En este relato, el bandido ruega a la mujer que se case con
él después de violarla, ante lo cual ella libera al esposo, quien en primera
instancia está dispuesto a enfrentar al bandido en un duelo, pero finalmente
baja su espada negándose a defender el honor de la esposa a quien ahora rechaza
y juzga -“las mujeres son débiles por
naturaleza”. Ahora es ella quien exige el duelo, recriminando a ambos su falta
de valor y de honor - “una mujer ama a un hombre que ama apasionadamente”-, el
bandido vence al samurái asesinándolo, pero la mujer ha huido durante el duelo,
por lo que éste abandona la escena del crimen. Esta narración es la más
verosímil, solamente presentando la debilidad de que el leñador narra los
hechos en su versión completa aquí, en Rashomon, y no en el juzgado cuando tuvo
la oportunidad, argumentando que no quería verse involucrado de más en el
asunto. No obstante, su versión es la más creíble, por su consistencia, y por
haber sido el descubridor de la escena del crimen, además de que,
evidentemente, se muestra profundamente desencantado de la condición humana -“este
mundo es un infierno”-.
Este
desencanto, sin embargo, no está desprovisto de culpa, ya que en su narración
deja ver que él también incurrió en un delito al robar de la escena del crimen
la valiosa daga. Con ello el sacerdote, decepcionado también, reprocha al
humilde leñador -“si eres egoísta no puedes sobrevivir”-. En un hecho
simbólico, un bebé llora abandonado, dejando una posibilidad de esperanza en el
futuro, cuando el leñador lo lleva con su familia. En este momento la tormenta
escampa, aparecen los primeros rayos del sol, -“gracias a usted puedo conservar
mi fe en el hombre”-, dice el sacerdote mientras le entrega el bebé al leñador,
que lentamente cruza el marco de Rashomon.
Como
podemos ver, la verdad se difumina en las historias, y es que para los
filósofos posmodernos, no hay verdad, sólo las historias. Tomemos por ejemplo a
Gadamer, quien afirma que si hay verdad, pero las historias la ocultan, y lo
importante es buscarla. El samurái murió de una sola manera, ¿Cuál? Si hubiera
que tomar una decisión, se considera que la cuarta narración, la del leñador,
es la más verosímil, sin dejar de reconocer parte de la verdad en cada una de
las perspectivas que le preceden. Debido a lo mencionado anteriormente, la
versión definitiva implica una versión más congruente con lo observado por el
espectador en los hechos y en los signos presentados en la escena del crimen
–un sombrero de mujer con velo, una cuerda, un sombrero de samurái-. Además de
que es la narración que mejor resiste el cuestionamiento de otros personajes, y
que se conecta con el clímax de la historia.
Esta
crisis, o dificultad para conocer a
cabalidad la historia tal como ocurrió, es para el filósofo posmoderno una
ventaja, ya que de esta forma la historia misma se enriquece. Lo que resulta
evidente en este ejercicio de observación y análisis es la pérdida de certezas,
ya que al igual que en la historia contemporánea de la filosofía, va creciendo
el pesimismo. Para Lacan, por ejemplo, nunca hay estabilidad, siempre estamos
en medio del conflicto. Y para
Derrida,
las certezas son falsas, hay que desmontarlas. Este autor tiene en común con Deleuze,
la convicción de que no hay certeza en el futuro, cuando tomamos una decisión
estamos negando otra.
Es
por ello que en la posmodernidad filosófica, encontramos esta postura irónica y
descreída, como la de Zizek, otro convencido de la difuminación de la realidad,
quien afirma que vivimos en medio de fantasías y las creemos realidad, es más,
para éste autor, las películas son más reales que la vida real.
En
Gadamer, la tradición es el horizonte más general en el que nos movemos,
compuesto de historia, geografía, cultura propia, y en el que estamos insertos,
y en esta película corroboramos algunas de las partes componentes de esa
tradición, como por ejemplo la condena de lo femenino, de lo corpóreo.
En
la filosofía posmoderna, el individuo a través libre decisión, amplía su
potencia como ser humano, y esta tematización de las posibilidades de libertad.
Esta película nos exige como espectadores de una participación simpatética,
estimulada por las emociones mostradas por los actores de la misma. En la
lectura posmoderna de las cosas lo que importa es el marco, no la diferencia
individual. En la figura del bandido, este personaje apocalíptico o anarca, sin
duda un buen ejemplo de la máquina deseante deleuziana. podemos constatar como
los valores oscilan, rebasados por la realidad. Para los posmodernos, los
valores son una ilusión del individuo cartesiano, incluso afirman que los
valores son pragmáticos, como en el caso de Rorty.
Al
igual que en la filosofía posmoderna, en esta película el deseo es el gran
tema, lo único real, y las determinaciones no son naturales, son culturales. De
acuerdo con esta postura, es la sociedad represiva es la que produce enfermos
mentales, asociales, criminales, y el deseo es en si mismo revolucionario, la
represión reaccionaria. En conclusión, podemos afirmar que en la filosofía
contemporánea hay una creciente difuminación o des-entización de la realidad,
que adquiere una cualidad fantasmatica al mismo tiempo se dan cuenta de que es
todo lo que hay, de que no hay más allá, no hay otra vida.
Ficha Técnica.
“Rashomon”
País: Japón
Año de realización: 1950
Director: Akira Kurosawa
Actores: Toshiro Mifune, Machiko Kyo, Takashi
Shimura, Masayuki Mori.
Basada en Relatos de Ryunosuke Akutagawa
Guión: Shinobu Hashimoto
Fotografía:
Kazuo Miyagawa
Banda Sonora: Fumio Hayasaka
Leí el primer párrafo y el último. Lo demás lo temí lleno de spoilers y sí la quiero ver.
ResponderEliminarUn abrao, Vic.