sábado, 11 de febrero de 2012

Ricardo Legorreta, In Memoriam



Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez*
La felicidad es encontrar objetivos que valgan la pena
Y contribuyan al bienestar del hombre.
La felicidad está no en los logros sino en el esfuerzo.
La felicidad está en dar, no en recibir.
R.L.
En los últimos días del año 2011, falleció el arquitecto Ricardo Legorreta Vilchis, a los 80 años de edad, en su natal Ciudad de México. Con ello culmina la destacada carrera profesional de un arquitecto mexicano internacionalmente reconocido por las características de su obra, identificable en cualquier parte del mundo por sus formas, colores y texturas, pero sobre todo, por sus espacios.
Merecedor de múltiples reconocimientos a lo largo de su vida, entre ellos el reciente Premio Imperial de Japón, soy un convencido de que era un posible candidato a un premio Pritzker. Desgraciadamente este premio se da en vida, por lo que el segundo mexicano merecedor de este reconocimiento tendrá que esperar y hacer méritos.
No cabe duda que su legado trascenderá con mucho a su prolífica labor, en el reconocimiento de su aportación y enseñanzas, así como en la continuidad del trabajo del despacho Legorreta + Legorreta, que codirigía con su hijo Víctor, desde hace varios años. Este legado implica también a la ciudad de San Luis Potosí, donde la figura de este arquitecto ocupa un lugar muy especial en la memoria colectiva del gremio arquitectónico.
En estas deleitables charlas compartía anécdotas y enseñanzas de cada una de sus obras recientes, así conocimos, por ejemplo, el El arquitecto Ricardo Legorreta visitó esta ciudad en múltiples ocasiones, las más recientes con motivo de su obra el Museo Interactivo Laberinto, pero también con motivo de conferencias organizadas por la Facultad del Hábitat y por el Museo Francisco Cossío.
proceso de construcción de la Catedral de Managua, Nicaragua, o las premisas de diseño del Museo Marco en Monterrey, N.L. Así también recibimos la recomendación de visitar Tlacotalpan, Veracruz, un pueblo a orillas del Río Papaloapan, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, a donde el arquitecto iba “a aprender del color”.
En lo personal, he tenido una relación de admiración por las obras y enseñanzas de Legorreta, a las primeras las visito con gran interés y las segundas trato de transmitirlas a mis estudiantes. He visitado en varias ocasiones el bello pueblo de Tlacotalpan, llenándome la vista de color en sus calles, recordando las lecciones de ese viajero incansable de los pueblos mexicanos que fue Legorreta.
Otro espacio que he recorrido en varias ocasiones es el Centro Nacional de las Artes, una polémica obra de principios de la década del 90 en que, además del plan maestro, Legorreta diseñó la torre administrativa y de investigación, así como la escuela de pintura. Tuvo además el acierto, o desacierto para muchos, de invitar a los demás participantes del concurso a diseñar los diferentes espacios de este complejo, logrando una muestra a distancia peatonal de lo más representativo de la arquitectura mexicana contemporánea de finales del siglo XX, en un conjunto lleno de actividad hasta la fecha.
En Cancún, Quintana Roo, visité el hotel Camino Real que, aunque hoy transformado y renombrado Dreams, sigue siendo una obra excepcional en su funcionalidad y confort bioclimático, ya que en un lugar donde el aire acondicionado es imprescindible, las habitaciones del hotel son ventiladas de manera natural y pasiva con la brisa del Mar Caribe. Además, esta obra refleja la intención original del destino turístico creado hace 4 décadas, con un criterio de bajo impacto ambiental a la duna costera de la isla en este sitio de Punta Cancún. Coincido con el crítico Antonio Toca cuando afirma que sigue siendo uno de los hoteles mejores diseñados de la Zona Hotelera de Cancún.
En un viaje de estudios visité la Biblioteca de la ciudad de San Antonio, Texas, recuerdo esa sensación al adentrarme en una obra plena de colorido y volúmenes que, en medio de aquel downtown gris de cristal y acero, parece estallar en contraste con sus colores morado, amarillo y, por supuesto, “enchilada red”. Al autor de aquellos espacios le gustaba recordar como la población de aquella ciudad tejana había bautizado así el color de esa obra, que se apropiaron en identidad.
Siempre me he referido a la experiencia de visitar una obra internacional de Legorreta con la analogía de que es como escuchar el mariachi en un país extranjero, puede gustarte o no, pero es casi inevitable sentir que te enchine la piel el orgullo de compartir el bagaje cultural con el autor de esas obras y de esos espacios, emocionantes e inspiradores, a quien van dedicadas estas líneas.
Espacio bello,
Espacio humano,
Sereno y luminoso,
Lleno de luz y color,
Espacio maravilloso…
Tú eres arquitectura.
R.L.
Fuentes de Información.
Mutlow, J.V. (Ed.) (1997) Legorreta Arquitectos. Gustavo Gili, México.

Fotografía de Irma Jasso

*Twitter @intersticio74

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