Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez*
La felicidad es encontrar objetivos que valgan la pena
Y contribuyan al bienestar del hombre.
La felicidad está no en los logros sino en el esfuerzo.
La felicidad está en dar, no en recibir.
R.L.
En
los últimos días del año 2011, falleció el arquitecto Ricardo Legorreta
Vilchis, a los 80 años de edad, en su natal Ciudad de México. Con ello culmina
la destacada carrera profesional de un arquitecto mexicano internacionalmente
reconocido por las características de su obra, identificable en cualquier parte
del mundo por sus formas, colores y texturas, pero sobre todo, por sus
espacios.
Merecedor
de múltiples reconocimientos a lo largo de su vida, entre ellos el reciente
Premio Imperial de Japón, soy un convencido de que era un posible candidato a
un premio Pritzker. Desgraciadamente este premio se da en vida, por lo que el
segundo mexicano merecedor de este reconocimiento tendrá que esperar y hacer
méritos.
No
cabe duda que su legado trascenderá con mucho a su prolífica labor, en el
reconocimiento de su aportación y enseñanzas, así como en la continuidad del
trabajo del despacho Legorreta + Legorreta, que codirigía con su hijo Víctor,
desde hace varios años. Este legado implica también a la ciudad de San Luis
Potosí, donde la figura de este arquitecto ocupa un lugar muy especial en la
memoria colectiva del gremio arquitectónico.
En
estas deleitables charlas compartía anécdotas y enseñanzas de cada una de sus
obras recientes, así conocimos, por ejemplo, el El arquitecto Ricardo Legorreta
visitó esta ciudad en múltiples ocasiones, las más recientes con motivo de su
obra el Museo Interactivo Laberinto, pero también con motivo de conferencias
organizadas por la Facultad del Hábitat y por el Museo Francisco Cossío.
proceso
de construcción de la Catedral de Managua, Nicaragua, o las premisas de diseño
del Museo Marco en Monterrey, N.L. Así también recibimos la recomendación de
visitar Tlacotalpan, Veracruz, un pueblo a orillas del Río Papaloapan,
declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, a donde el
arquitecto iba “a aprender del color”.
En
lo personal, he tenido una relación de admiración por las obras y enseñanzas de
Legorreta, a las primeras las visito con gran interés y las segundas trato de
transmitirlas a mis estudiantes. He visitado en varias ocasiones el bello
pueblo de Tlacotalpan, llenándome la vista de color en sus calles, recordando
las lecciones de ese viajero incansable de los pueblos mexicanos que fue
Legorreta.
Otro
espacio que he recorrido en varias ocasiones es el Centro Nacional de las
Artes, una polémica obra de principios de la década del 90 en que, además del
plan maestro, Legorreta diseñó la torre administrativa y de investigación, así
como la escuela de pintura. Tuvo además el acierto, o desacierto para muchos,
de invitar a los demás participantes del concurso a diseñar los diferentes
espacios de este complejo, logrando una muestra a distancia peatonal de lo más
representativo de la arquitectura mexicana contemporánea de finales del siglo
XX, en un conjunto lleno de actividad hasta la fecha.
En
Cancún, Quintana Roo, visité el hotel Camino
Real que, aunque hoy transformado y renombrado Dreams, sigue siendo una obra excepcional en su funcionalidad y
confort bioclimático, ya que en un lugar donde el aire acondicionado es
imprescindible, las habitaciones del hotel son ventiladas de manera natural y
pasiva con la brisa del Mar Caribe. Además, esta obra refleja la intención
original del destino turístico creado hace 4 décadas, con un criterio de bajo
impacto ambiental a la duna costera de la isla en este sitio de Punta Cancún.
Coincido con el crítico Antonio Toca cuando afirma que sigue siendo uno de los
hoteles mejores diseñados de la Zona Hotelera de Cancún.
En
un viaje de estudios visité la Biblioteca de la ciudad de San Antonio, Texas,
recuerdo esa sensación al adentrarme en una obra plena de colorido y volúmenes
que, en medio de aquel downtown gris
de cristal y acero, parece estallar en contraste con sus colores morado,
amarillo y, por supuesto, “enchilada red”. Al autor de aquellos espacios le
gustaba recordar como la población de aquella ciudad tejana había bautizado así
el color de esa obra, que se apropiaron en identidad.
Siempre
me he referido a la experiencia de visitar una obra internacional de Legorreta
con la analogía de que es como escuchar el mariachi en un país extranjero,
puede gustarte o no, pero es casi inevitable sentir que te enchine la piel el
orgullo de compartir el bagaje cultural con el autor de esas obras y de esos
espacios, emocionantes e inspiradores, a quien van dedicadas estas líneas.
Espacio bello,
Espacio humano,
Sereno y luminoso,
Lleno de luz y color,
Espacio maravilloso…
Tú eres arquitectura.
R.L.
Fuentes
de Información.
Mutlow,
J.V. (Ed.) (1997) Legorreta Arquitectos. Gustavo Gili,
México.
Fotografía de Irma Jasso
*Twitter @intersticio74
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