Por Victor Manuel Gutiérrez Sánchez, Arquitecto.
Fotografías: Irma Jasso Rivera y Victor M. Gutiérrez Sánchez
twitter @intersticio74
El presente artículo pretende hacer una reflexión en torno al
Museo Soumaya, no obstante lo mucho que se ha dicho ya sobre esta obra del
despacho FREE, dirigida por el joven arquitecto Fernando Romero, yerno del
magnate Carlos Slim, quien financia la obra y aporta la colección de obras de
arte que ahí se exhiben.
Sin duda que el autor del Museo Soumaya, Fernando Romero es un talentoso arquitecto, además
de un experto en relaciones públicas, quien desde su época como estudiante
destacó en la arquitectura y la política, ya que fue líder estudiantil en la
Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México. Además trabajó en el
despacho internacionalmente reconocido de Rem Koolhaas en Holanda.
El edificio está ubicado como un hito urbano en la exclusiva zona de Polanco, al
poniente de la Ciudad de México, el edificio se erige arrogante en una zona de
edificios de cristal que regeneran una antigua zona industrial de la década de
1940 y que hoy se ha convertido en una zona de altísima plusvalía gracias a la
especulación inmobiliaria y a espacios como el exclusivo centro comercial Plaza
Carso, propiedad del mismo consorcio que patrocina al Soumaya.
El programa consiste en seis plantas interconectadas por una
gran rampa perimetral y un núcleo central de elevadores, que reparten hacia
igual número de salas de exhibición permanente y temporal, además de servicios
de apoyo como un aula interactiva y multimedia Telmex, espacios recreativos
flexibles, una biblioteca, tienda, restaurante y cafetería, salón principal,
áreas de almacenamiento y de servicios generales, oficinas y espacio de
estacionamiento (sólo para staff).
Evidentemente, lo más notable del espacio es su concepción
arquitectónica exterior, la cual consiste en un estilizado giro estructural que
lo destaca en el contexto urbano, y lo constituye en una codiciada pieza de
autor, que bien podría calificarse como la joya arquitectónica de Carlos Slim,
como la maqueta de plata realizada por BVLGARI, que se exhibe en el mismo
museo.
De acuerdo con la página de FREE, el Museo Soumaya en sus
primeros cinco meses superó los 400 mil visitantes, incluyendo la visita de
celebridades como Bono -el vocalista de la banda irlandesa U2-, además de que el
espacio ha servido de escenario a campañas publicitarias tan exclusivas como la
de New Saks Fifth Avenue y de que el edificio ha sido reconocido como una de
las obras más destacadas a nivel mundial en el World Architecture Festival
celebrado en Barcelona en Noviembre 2011.
No obstante, cuando uno recorre el museo, se siente en la
sala de un nuevo rico, debido a la falta de uniformidad museográfica, a la
enorme cantidad de espacio desperdiciado y a la gran cantidad de guaruras que
resguardan el espacio. En el interior uno puede apreciar objetos tan disímbolos
como muebles antiguos, esculturas de Auguste Rodin, arte sacro, filatelia y
numismática, lo cual contrasta enormemente con la expectativa que una obra
contemporánea inspira al que visita el Soumaya. Aunque la entrada es libre –un
acierto dentro de las políticas de difusión cultural, hay que reconocerlo-, el
visitante generalmente siente que se le ha quedado a deber algo, por toda la
publicidad que ha recibido el museo y por lo mucho que promete desde afuera.
No quiero unirme al lugar común que critica a esta obra por
el derroche de recursos que fueron necesarios para erigirlo en una época
difícil para la economía y la sociedad de nuestro país. En cambio quisiera dirigir
la atención a la congruencia entre un interior poco pensado, con un exterior
ostentoso, que ofrece una apariencia de primer mundo y que en su interior nos
recuerda que el buen gusto es de las pocas cosas que el dinero no puede
comprar.
Fuentes de información:
FREE Fernando Romero www.fr-ee.org
Museo Soumaya www.soumaya.com.mx
De cuando los proyectos terminan en la hipótesis formal. Este edificio debería ser un ejemplo de cómo no hacer un proyecto ejecutivo... Junto con otro montón de obras de relumbrón que ya no particulares, sino autoridades, se dedican a inaugurar. Con que se vean bien para el corte del listón, jalan.
ResponderEliminarBuena mirada sobre un proyecto que desde su concepcion estaba destinado a ser escandaloso.
ResponderEliminarSe nota la buena intencion de Romero, se nota lo que le aprendio a Koolhaas, se nota el presupuesto holgado, pero todo esto se nota solo en el exterior.
Me parece que no hay relacion entre lo que nos vende el empaque y lo que encontramos dentro de el, mas alla de la falta de museografia, de la sala principal que (en mi visita express) parecia como venta de garage de esculturas, el problema creo, radica en la falta de mesura, (parafraseando al autor del articulo), se nota la calidad tan caracteristicamente mexicana. Y ya ni hablemos de la falta de integracion urbana.
No quiero caer en ese tan comun lugar comun pero me parece que el proyecto al final le quedo grande a Romero, le gano la expectativa y quiso encender todos los motores en una obra que pedia ir despacio.
(les debo los acentos)
Fernando Romero retwitió mi artículo! ahora si como dice el Rubas, no voy a lavar mi bandeja de twitter en un mes.
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