Por Victor
Manuel Gutiérrez Sánchez*
Ante los hechos
que se han presentado en días recientes, en los cuales la violencia se ha
apoderado de los espacios públicos, y en los que de una manera progresiva y
continua hemos tenido que modificar nuestros hábitos y formas de vivirlos, se
vuelve urgente un planteamiento crítico que nos lleve a establecer algunas
premisas para hacer de nuestras ciudades lugares más seguros.
Considero
oportuno realizar preguntas tales como ¿Qué nuevas condiciones enfrentamos los
que estudiamos, habitamos, planeamos y desarrollamos las ciudades? ¿Qué
solución puede aportar la planeación de ciudades a este fenómeno complejo y
multidisciplinar?¿De que manera podemos llevar a la práctica las buenas
intenciones de los tomadores de decisiones para salvaguardar la seguridad de la
comunidad? ¿Cómo se ha enfrentado este problema en otras latitudes y en
momentos previos?
Es necesario el
planteamiento de políticas públicas de seguridad urbana, que propongan una
metodología para la planeación de políticas de seguridad urbana, ya que debemos
recuperar los espacios públicos urbanos como el sitio de encuentro de la
ciudadanía y como imagen urbana. Diversos autores han puesto el énfasis en la vida
urbana, entendida como la simultaneidad de presencias físicas en el espacio
ciudadano, como el espacio de creación de una mínima e implícita complicidad
entre todas las personas que se hallan en un lugar en el mismo momento. (Llanos
y Martínez, 2010).
Es en las relaciones
entre este tipo de lugares y los niveles de convivencia y seguridad urbana, nos
dicen, donde se encuentran los significados, atributos y potencialidades de los
espacio públicos. Lo anterior nos lleva a considerar a algunas experiencias
previas en el análisis de este fenómeno, como los Principios de Defensibilidad
Espacial, propuestos por Oscar Newman, como medidas de prevención del crimen a
través del diseño ambiental, con base a estudios realizados en los años 1990,
en la ciudad norteamericana de Saint Louis, Missouri. Estos principios se
concretan en criterios de diseño de espacios públicos seguros, mezcla de usos,
tipologías que establezcan un límite claro entre el espacio público y el
privado, buena accesibilidad, suficientes niveles de iluminación, evitar
obstáculos visuales, generar áreas de sombra y cobijo, privilegiar al peatón
sobre el vehículo y privilegiar el usos del transporte público.
Otras
referencias que pudieran ser de utilidad son las políticas de “Tolerancia Cero”
aplicadas en su momento por Rudolph Giuliani en la ciudad de Nueva York, que se
resumen en políticas de seguridad ciudadana, política punitiva, otras políticas
de mantenimiento y gestión, o bien, la “Teoría de las ventanas rotas”(Wilson y
Kelling, 1982) que plantea que los índices de criminalidad son más altos en
lugares donde existen evidencias de abandono.
Quien nos habla
de la “Urbanalización” es el catalán Francesc Muñoz (2008) para quien son
necesarias las políticas de seguridad urbana y la multiplicación de lo que
denomina paisajes de la seguridad, un tipo de forma urbana global y en
expansión, resultado de la absoluta prioridad que las condiciones de seguridad
tienen a la hora del diseño urbano y la propia producción del paisaje. Según
este autor, la urbanalización sigue tres procesos: la especialización, la tematización y la
privatización.
Es en estos intersticios,
vacíos dentro de la trama social y urbana, donde pueden detonarse los espacios
de cambio hacia indicadores positivos de
vitalidad urbana, como lo promueve el
Programa Federal “Rescate de Espacios Públicos” una combinación de obra
materia y programas sociales. Aunado a lo anterior, estas acciones deben de
estar acompañadas de un sistema de transporte masivo de alta eficiencia,
accesibilidad, enfocado a la democratización de la ciudad y a la inclusión
social, evitando la segregación espacial de la ciudad planificada y la ciudad
no planificada.
La tecnología
juega aquí un papel importante, como lo demuestran experiencias previas de creación
de redes sociales apoyadas en la tecnología digital, como estrategias de
vigilancia vecinal, y es que la vigilancia electrónica, como herramienta de gestión
de la vigilancia de los espacios urbanos cobra fuerza en la formulación de las
políticas públicas. Organizaciones como http://abellawatch.com/ , www.slideshare.net
y
abellawatch/abella-neighborhood-watch-twitter, son algunos
ejemplos de ello.
Debemos volver a
comprender el espacio urbano, como el lugar fundamental de la ciudad como
espacio vivible, transitable, donde nos expresamos e identificamos individual y
colectivamente, conviviendo bajo unas normas mínimas de moral y ética (Rangel
en Llanos y Martínez, 2010: 39), y
familiarizarnos con el significado del espacio público contemporáneo, el de la
diversidad y la tolerancia, que es el lugar donde se manifiesta verdaderamente
la presencia de la “otredad”
La conjunción
aspectos tales como su forma, su escala, su dinámica y sus componentes, lo que determina
el carácter, la dinámica y la calidad del espacio, y le confieren atractivo, lo
cual deviene en una mayor presencia de ciudadanos interactuando en un espacio,
y el consiguiente aumento en la sensación de seguridad. Dicho de otra forma, mientras
menos personas sean testigos de lo que ocurre en el espacio más inseguro es el
mismo.
En los espacios
públicos se cristaliza la complejidad social, ya que son referencia de la
colectividad, y en nuestros días vivimos aun las consecuencias de la ciudad
moderna, entendida como un simplificado
asentamiento humano totalmente sectorizado, lo cual nos lleva a una rigurosa
segregación de los usos, un mapa de zonas especializadas y unifuncionales,
teniendo como consecuencia una ciudad que no estimula la reunión de ciudadanos
en el espacio público.
Es necesario contribuir por medio de la
planeación y el diseño del desarrollo a hacer vida urbana, autores como Jane
Jacobs nos recuerdan que los usos mixtos devienen en intensa dinámica.Para esta
urbanista es necesario el establecimiento de tres condiciones básicas para la
vitalidad y la seguridad del espacio urbano: clara demarcación entre el espacio
público y el privado, ojos que miren a la calle, y aceras con usuarios en
constante flujo.
No obstante,
para muchos desarrolladores y ciudadanos la repuesta parece estar en la privatización
del espacio, que surge en algunos casos por la segregación espacial de la
ciudad como mecanismo de defensa en contra de la inseguridad ciudadana. La
privatización del espacio público consiste en la transferencia de su
titularidad y usos del ámbito colectivo al privado, lo que significa que su
diseño, producción y gestión, pasa a manos de entes privados (Llanos y
Martínez, 2010: 42), así encontramos, por ejemplo, que los centros comerciales
están sustituyendo a las plazas y parques públicos como lugares de encuentro.
Mas allá del
autoencierro, las comunidades organizadas pueden contribuir con funciones de
prevención del crimen, con acciones tales como la vigilancia vecinal, la coordinación,
así como la divulgación y educación ciudadanas. Es indispensable la creación de
mesas de seguridad,entendidas como instancias de coordinación, donde se planeen
acciones de seguridad pública, así como también proyectos de mejoras en los
espacios públicos. Para Jordi Borja, la ciudad es el espacio público, en cuanto
éste se manifiesta como lugar de máxima expresión y manifestación de la
ciudadanía.
El espacio
público urbano, debe ser recuperado como escenario de la movilidad, del reconocimiento
del otro, y de la tolerancia. Es a través del espacio público que entendemos la
ciudad, y los espacios públicos seguros, los espacios defendibles, deben tener
excelente accesibilidad, deben conformar con los otros espacios un sistema coherente, jerarquizado y legible,
apoyarse en políticas de seguridad pública y en comunidades organizadas.
Sumando estas intervenciones
con políticas públicas de seguridad urbana, de activación del espacio público y
un acompañamiento social, pueden generar un efecto exitoso en el aumento de la
seguridad de las ciudades, y es que el diseño de políticas que contribuyan a
mejorar la sensación de seguridad urbana, sin la reconquista y ocupación por
parte de los ciudadanos, sería un fracaso de fatales consecuencias aquí y
ahora.
Referencias
LLANOS, Douglas Miguel; Martínez, Rafael
Enrique (2010) “Espacios públicos urbanos, convivencia y seguridad ciudadana”,
publicado en CIUDADES 86, abril-junio
de 2010, RNIU, Puebla, México, pp. 39-44
WILSON, James Q.; Kelling, George L. (1982)
“Broken Windows. The police and neighborhood safety” en The
Atlantic Monthly, Marzo 1982, 10 p.
*Arquitecto,
Maestro en Asuntos Políticos y Políticas Públicas, especializado en políticas
de planeación y desarrollo urbano, http://blogeroenfasedenegacion.blogspot.com/
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